lunes, 7 de noviembre de 2011

CINE BASURA: El precio del mañana (2011)

Una vez más nos encontramos con el tema de la ciencia ficción aquí en Cine Basura. Pero no con naves espaciales, alienígenas o viajes en el tiempo; esta es la ciencia ficción de la buena, que nos muestra una sociedad futurista dentro de límites realistas en los cuales un pequeño cambio ficticio desemboca en una realidad completamente diferente a la nuestra. Es el estilo del Director Andrew Niccol, quien ya nos había presentado este tipo de historias en Gattaca (1997).



Por Fëanor

El precio del mañana nos trae una visión de una sociedad futurista en la cual gracias a la terapia genética (algo que comparte también con Gattaca, de hecho) el envejecimiento se ha detenido para la gente a los 25 años. Al llegar a esta edad ya no hay envejecimiento, ni enfermedad ni muerte natural.

El único problema es que después de llegar a esa edad, el reloj digital floreciente que llevan todas las personas en la muñeca desde que son bebes arranca en cuenta regresiva, dejándoles solo un año más de vida hasta que el reloj llegue a cero. Si quieren vivir más, necesitan conseguir más tiempo trabajando, apostando o robando el de otros. Pero también si quieres tener una casa, servicios, viajar en autobús o tomar un café te costara tiempo de tu vida. Tal cual si tu tiempo de vida fuese dinero en ese mundo. Lo que lleva como resultado a que los ricos pueden vivir para siempre y los pobres viven al día hasta que su jornada de trabajo no alcance e pagar sus deudas, se les acabe el tiempo y mueran de un paro repentino de corazón.

La historia se cuenta a través del personaje de Justin Timberlake, una persona pobre que vive con su mamá (mamacita más bien, recuerden que todos se ven como de 25 años) Olivia Wilde en uno de los sectores pobres de la clase trabajadora. Justin y su mamá “viven al día”, frase que es recurrente en la película y que da nombre a la misma en su título original en inglés (In time).

La vida de ambos es tranquila hasta que Justin conoce a un millonario cansado de la vida que le hereda más de 100 años, quedándose con solo unos minutos para respirar y sentir la brisa del viento por última vez antes de que su tiempo se termine y morir. Con este tiempo, Justin piensa llevar a su madre a vivir a una zona mejor, pero su madre sufre un percance y al no completar tiempo para el autobús muere solo un segundo antes de que Justin pueda transferirle el tiempo necesario para vivir.

Tras este trágico acontecimiento, y con el conocimiento que tiene el protagonista sobre que existe tiempo suficiente para todo el mundo en algún lugar, viaja hasta la zona principal y más rica de ese mundo ganado aún más tiempo apostando en mesas de pocker. Todo marcha bien para él hasta que los guardianes del tiempo (una especie de policía, pero que solo vigila el flujo de tiempo entre zonas) lo arrestan por posesión ilegal de tiempo, culpándolo del asesinato del millonario que le regalo el tiempo. Justin escapa llevándose como rehén a Amanda Seyfried, hija de un millonario todopoderoso (de esos que tienen cientos de miles de años) y comienza su escape y escondite por sus antiguos barrios.

Sinceramente la película no se escucha nada mal; pero después empezamos a caer en picada y la andanza de los protagonistas termina convirtiéndose en las aventuras juveniles de Bonny y Clyde. Ambos personajes comienzan a compartir el sentimiento de injusticia ante la sociedad en la que viven y se dedican a robar bancos de tiempo para dárselo a los pobres, desestabilizando así el sistema que regia el mundo en el que vivían. Entre más tiempo robaban, los precios subían más, hasta que decidieron robar al padre de Amanda Seyfried un millón de años (Una taza de café vale 4 minutos, en nuestro mundo cuesta como 1 dólar, así que hagan sus cuentas para saber cuánto dinero sería 1 millón de años). Al hacer este robo, y regalar el tiempo en su zona miserable, el sistema colapsa, las fabricas se paran y la gente invade el terreno rico. Al final los protagonistas continúan robando bancos, y ahí termina la película.

Quizás fui algo apresurado con esa última parte de la reseña, pero es que en verdad ya la película no tiene mucho que decir en ese punto. La historia se plantea bien al principio, pero luego no estamos seguros hacia donde nos quieren llevar la trama.

Tenemos muchas dudas acerca de los misteriosos relojes de la muerte que portan todas las personas de la película. ¿Quién los diseño? ¿Hay personas sin reloj de la muerte? Porque lo que se ve en la película es que los más ricos de los ricos llevan relojes también, alguien tiene que ponerlos en primer lugar. ¿Estos se colocan al nacer, durante el embarazo, o las personas desarrollan uno desde el nacimiento por medio de nanotecnología? Todas estas son preguntas que se quedan sin responder.

Pero el peor punto de la película es que a pesar de los esfuerzos de los personajes no se llega a algún fin común en toda la historia, no por problema del director o del guionista, sino del concepto en sí. Y es que viendo las cosas fríamente, los villanos de la película tienen razón “No todos pueden vivir para siempre”, simplemente no habría lugar en el mundo para todos. Y aunque supongamos que el tiempo que exista sea suficiente para todos, ¿La comida también lo será? ¿Qué tal el agua? ¿O el aire quizás? Habrá suficiente para todos cuando nadie muera pero sigan naciendo personas. Por supuesto que no.

Ahora bien las acciones del personaje no mejoran al mundo, sino que lo hacen aún peor porque detiene la producción y por lo tanto la economía de su mundo. ¿Qué pasa cuando se acaba el dinero y cuando el dinero es el tiempo de vida de la gente? Esto se los dejo a su imaginación.

En resumidas cuentas El precio del mañana no es una película mala, de ninguna manera, pero si deja la sensación de que se quedo en un “Pudo ser” para convertirse en algo mejor, o incluso de culto como sucedió con Gattaca.

1 MOJÓN [*]