jueves, 18 de diciembre de 2014

Hablemos de política


¿Política? Si, política. ¿Por qué hablar de política? Este no es nuestro campo. Hablamos de películas, videojuegos, religión y tetas, porque hablar de pronto de algo tan aburrido como la política. Puede porque dentro de mis múltiples gustos a veces se me olvida que este blog es ante todo para escribir, y en mis ansias de contar lo que me gusta se me olvida que la escritura no siempre se limita a la zona de confort. Y uno escribe también sobre lo que su vida es  y no solo lo que su vida quiere que sea.

La política es parte de la vida de su servidor como de cualquier otra persona, solo que algunos no se dan cuenta. Como organismos sociales vivimos en un país que se rige por normas de legales que sustenta su estabilidad en las leyes. Leyes que son definidas por un grupo de representantes elegidos por el pueblo con una de tantas actividades burocráticas en este gran circo que llamamos democracia. Mi país no es diferente al suyo, estimado lector, salvo que quizás haya más narcotraficantes de lo usual. Pero el resto es igual al país del que cualquier hispanohablante presente pueda proceder, hay corrupción. Corrupción hasta para olerlo a kilómetros de distancia. Corrupción hasta para repartir a otras naciones. Corrupción que mantiene el crecimiento y desarrollo del país en condiciones inferiores a otras potencias del mundo.

Pero dentro de toda la corrupción que tenemos para dar y recibir, y que siempre hemos tenido, se siente un cambio con respecto a décadas anteriores, y es que la gente se da cuenta de esto. No solo los políticos, quienes para la corrupción es el pan de cada día, sino el pueblo, la gente común, los cualquiera, como tú y como yo. Ahora somos plenamente conscientes de lo que está pasando y no nos gusta.

Esto está causando una situación de inquietud en el pueblo como no la había sentido en mi vida. La gente está enojada, molesta, indignada, levanta la voz, se queja, grita, patea, gruñe, maldice, y muchas otras cosas para mostrar que no está de acuerdo con lo que ocurre. Quieren desestabilizar al Gobierno, romper los moldes del corrupto sistema actual, reforzar los cimientos de nuestra nación, y sobre todo, deponer al actual poder Ejecutivo de sus funciones. Estamos ante una Revolución.

¿Y qué hacemos con esta energía? Con esta inalcanzable sed de justicia que nos carcome desde dentro. Con estas ganas de un cambio tan tremendas… Absolutamente nada.

La gente que más grita es, como siempre, la que menos sufre, y la que menos quiere el bien común sino el suyo propio. Sectores sociales que han sido pisoteados en aras de otros más favorecidos por el poder actual, que quieren recuperar sus antiguos beneficios y ganar de paso unos cuantos adicionales. Aquellos otros ciudadanos, más agraciados por el sistema, no tienen nada que opinar y mucho menos algo que ganar si se hace un cambio. Y para los menos favorecidos por Dios, es como un esclavo que cambia de dueño. Las cadenas pueden pesar menos, pero seguirán lastimando las muñecas, así que poco les importa un nuevo amo.

El Gobierno actual no es el más terrible que hemos tenido en nuestro Historia. Han pasado por nuestros salones peores tiranos, más miserables ladrones, más cínicos dictadores y más estúpidos jefes de Estado… Bueno, quizás esa última sea difícil de creer, pero el punto es que hemos estado peor.

Pero la gente ahora pide con más agresión una deposición de la administración actual, cuando antes apenas conocía el significado de esa palabra. ¿El problema es la información?

Así como los matrimonios funcionaban más cuando la gente vivía menos, quizás los Gobiernos funcionaban mejor cuando la gente no estaba tan informada.

Pero eso último, claro está, no lo digo en serio. Eso sería una realidad demasiado pesimista para nuestra vida, si el éxito de un grupo social dependiera de la ignorancia de sus miembros no podríamos progresar como unidad. Lo que verdaderamente importan son las ganas que se tienen de un cambio sincero, no decir que se quiere, sino hacerlo, sin tener que hacer alarde de ello.

Siempre me ha impactado la cantidad de gente que veo sin trabajo y, peor aún, sin ganas de trabajar. Mujeres en su mayoría, tristemente. Personas que realizan actividades laborales, pero sin pagar impuestos. Personas que no han terminado sus estudios básicos, pero que no se pierden sus partidos de deportivos de cualquier equipo o tarugada semejante. Personas estudian cual o tal profesión solo porque quieren heredar una plaza para seguir exprimiendo su organización. Personas que no realizan alguna actividad beneficiosa para su crecimiento cultural, pero que conocen de principio a fin videos de cantantes teniendo relaciones sexuales con edecanes de televisión. Personas que no leerían un libro aunque su vida dependiera de ello.

Una frase quizás trillada, pero funcional: ...Pan y Circo.

Se pueden cambiar las cosas; pero ya no con Revoluciones o Golpes de Estado (ya son otros tiempos), sino mejorando como persona y exigir del mismo modo que otros mejoren a su vez. No es fácil, ni mucho menos rápido, tendrá sus tropiezos y, sobre todas las cosas, llevara tiempo; pero cuando podamos estar intranquilos sin ocuparnos en algo, cuando consideremos ofensivo que alguien nos ofrezca dinero o favores sin merecerlos, cuando nos parezca de mal gusto consumir productos o servicios sin pagarlos, cuando nos repugne la corrupción en todas sus formas y dejemos de ser partícipes de ella, entonces  podemos llegar a ese punto donde perder a 43 hermanos será una verdadera tragedia y no una moda pasajera que otros utilizarán para alcanzar sus fines egoístas dentro de un mismo Gobierno corrompido.

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